martes, 26 de mayo de 2015

ARAÑAZOS



Son como pequeños tatuajes perecederos, involuntarios y caducos . A veces vienen para quedarse unos días, para que no desaparezca de inmediato su razón de ser en ese trozo de tu piel. Otras veces, desaparecen en unas horas, ocultos bajo la ropa, disimulados en zonas que escapan a nuestra vista, o en pliegues de nuestra carne, de manera que, si no los ves o no los sientes, es como que ya no están, y pasan al olvido, tanto ellos, como el instante en que laceraron tu piel.

Arañazos de pasión, sin intención dañina, de un aferrarse desmedido a algo que uno desea tanto, que acariciarlo ya no es suficiente.

Arañazos de desobediencia o transgresión, de pasar por donde otros ponen sus barreras ,almenadas por púas, agujas, puntas, y todo aquello que saben que va a marcar tu piel con sangre y dolor.

Arañazos de terquedad y obstinación, de avanzar donde el camino se ha cerrado, y por no retroceder, se asume el propio daño, y se sufre la indefensión de la piel frente al zarzal.





Sangre seca, alineada en tramos cortos, paralelos o cruzados , decoran la musculatura de tus hoy maltrechas piernas. Sentado en tu sillón las miras, abstraído unos segundos del ruido de fondo, y cada arañazo te evoca a un momento salvaje y cercano.

La abrasiva roca castiga tu torpeza, tu descenso entre sus bloques, arañando tus gemelos y las palmas de tus manos. No son marcas de castigo, son señales de que debes aprender, señales de que eres vulnerable frente algo que es mas duro que tu piel, recuerdos de que la Tierra tira de ti con fuerza, y no puedes dejarte caer.

Marcas efímeras de una primavera que va cerrando sus senderos, estrangulando sus vías, ocultando sus pasos,como queriendo ganar el pulso que mantiene contigo por no dejarte pasar.
Estigmas que deja en ti una vegetación que incide una y otra vez en los mismos poros, punzando el mismo tejido, irritando la misma dermis, a cada paso....... a cada zancada......

Arañazos, trazos purpura en el lienzo de tu piel,  fruto del movimiento, del encuentro de dos cuerpos, de un corazón que late......en un cuerpo que esta vivo.

 

jueves, 7 de mayo de 2015

Miles de zancadas siempre acaban en dolor



Se acabó el estado de trance, la sonrisa en el rostro, la agradable charla con el otro. Hace unos minutos que apareció, quizás con aviso previo, o de manera súbita, quizás de menos a mas, o de un repentino latigazo. Miles de zancadas siempre acaban en dolor.

Amar duele. Correr duele. Amar correr te condena al dolor. Como ese invitado a la fiesta que se pasa la velada apartado en un rincón, pasando desapercibido durante toda la noche, y que acaba metiendo la pata, cuando ya nadie se acordaba de el.

De manera inconsciente tratamos de evitarlo. Al comprar tus zapatillas siempre piensas en dolor. Al comprar tu vestimenta, tu mochila, tu chaqueta impermeable..........el dolor está presente, inherente, ya sea como lo opuesto a la comodidad, o como la escasez  de protección.

Entrenar no es mas que evitar el dolor. Llegar mas lejos, mas rápido, mas tiempo......retardando la aparición del dolor.........un dolor que siempre llega.

Todo gesto repetitivo acaba en dolor, por desgaste, inflamación, aumento de temperatura, fricción, perdida de lubricación, rotura, consumo de recursos energéticos, tensión......Miles de zancadas siempre acaban en dolor.



Hace rato que ya no disfrutas. Tu ritmo ha bajado considerablemente. El contenido de tu estómago ha subido hasta tu boca un par de veces.
Tus piernas pesan, tus pies arden, y ya has tropezado tres veces.
Sientes un profundo pinchazo en la espalda que te hace inclinarte y correr arqueado.
Se acabó la poesía, la banda sonora, la belleza del entorno. Ya solo queda el animal herido, la piltrafa en movimiento, una sombra de ti jodida hasta los huesos.

El dolor no es silencioso. Suena el arrastre de tus zapatillas. Suena tu respiración forzada. Suenan tus airadas maldiciones. Suena tu patada a esa piedra, y el adiós a otra uña. Suena tu arcada al borde del camino.
Miles de zancadas siempre acaban en dolor.

Una explosión de líquido en el calcetín, proveniente de una ampolla. Una serie de repetidos calambres. Un musculo atormentado por siniestros espasmos. Un doloroso escozor en el tracto urinario. Una lanzada en el costado asestada por los gases.
Vives en la "milla verde", en el corredor de la muerte, esperando tu fatídico destino, que no es otro que el dolor.



Crees haber escapado indemne, ya has parado de correr, y el dolor no ha aparecido.
Tu temperatura corporal desciende, tu sudor se enfría, tu barbilla tiembla, tu anatomía se agita sin control.
El agua de la ducha descubre rozaduras que ignorabas, y lo hace en forma de escozor. Tratas de frotar la suciedad de tus tobillos, pero no consigues llegar. Miles de roturas en las fibras musculares de tus cuadriceps, suponen un calvario a la hora de salir de la bañera.
Tu cuello, achicharrado por el Sol, roza dolorosamente con la funda de la almohada.
Tumbado en la cama, sientes los latidos del corazón en las piernas, sientes como arden, sientes punzadas de dolor, y no consigues conciliar el sueño.....en toda la noche.

Miles de zancadas siempre acaban en dolor, lo sabes bien, pero acudes a su encuentro.